jueves, 11 de febrero de 2021

Partidos políticos y representación política III

 El concepto político-constitucional de “partido político” y su condición de ente de interés público, es una hipótesis fundamental, hoy día, generalizada en el mundo occidental, conforme al supuesto material del reconocimiento de la necesidad de su existencia, como canal o conducto para posibilitar la participación política de los ciudadanos, mediante formas estatutarias para organizar su agrupamiento, y disfrutar de prerrogativas estaduales para cumplir el propósito último de acceder al ejercicio del poder político. Por supuesto, la teoría sobre el qué, se confronta con la realidad del cómo; en particular cuando del examen de la legalidad se pasa al plano de la legitimidad

Bobbio ha explicado que la presencia de partidos de masas desde principios del siglo XX, su acelerada expansión en el medio siglo inmediato, y su coexistencia, a la vez, con partidos pequeños, llevó a la acuñación del término “partidocracia” para significar: a) gobierno de los partidos, b) el dominio verdadero de los partidos, y c) la expansión de las expectativas de dominio de los partidos. En efecto, la realidad de la mayor o menor capacidad de los partidos para influir, persuadir o convencer, los hace desbordar su indudable carácter clientelar e intermediar o penetrar en la sociedad -o sociedades- conformada (s) por auténticas masas de ciudadanos o votantes. Su naturaleza, a querer o no, es expansiva y de ahí la necesidad de consolidarse como auténticos partidos de integración social, en la medida que logran ser portadores de demandas sociales y políticas.

Para alcanzar estas expectativas, el financiamiento público se ha vuelto no sólo crucial, sino estructural, en las tareas de sostener y desplegar acciones de competitividad ante situaciones de conservación o alternancia del poder. Por supuesto, a lo anterior hay que añadir aspectos como el liderazgo y el profesionalismo partidario, que son elementos de oportunidad y cultura política, cuestión que ya Weber había observado casi con alcances proféticos.

Al caso, resulta ilustrativo el espectáculo cívico de debate y participación democrática al que pudimos asistir en forma remota, pero instantánea, con motivo de las recientes elecciones presidenciales y congresionales en los Estados Unidos de América, con su método instrumental de elección indirecta (voto colegiado), en un ambiente de confrontación abierta, contestataria y opositora entre los partidos políticos históricos de ese país, con los resultados y consecuencias ya observados: alternancia en la oficina oval y juicio político para el presidente-candidato perdedor.

En contraparte o, si se quiere, en el otro extremo, adquiere necesidad práctica y conceptual la noción de “participación política”, porque, como lo afirma Sani, con ella se quiere designar una variedad de términos y situaciones: emisión del voto, militancia, agrupación, apoyo, campaña, dirigencia, información… Y se puede tratar como contraparte o extremo si se entiende que el partido político nace de la participación política y, por el sortilegio de la búsqueda del poder legal y legítimo, simultáneamente tiene a la participación política como propósito. Fin.

jueves, 4 de febrero de 2021

Partidos políticos y representación política II

La idea de la representación política, como moderno mecanismo de delegación colectiva de la capacidad de decisión de los ciudadanos, predominantemente en los campos legislativo o ejecutivo, desde el siglo XIX y, después, de manera más extendida en el XX, actualizó la inicial existencia pragmática de clubes, facciones, secciones o “partidos”, con siglas bajo las cuales se agrupaban correligionarios de ideas semejantes, acordes con su extracción social o ideario político (Ostrogorsky, Michells, Weber, Duverger). La voluntad popular fue, entonces, intermediada por agrupaciones de cuño político, incorporadas funcional y estructuralmente en la renovación de órganos estatales, mediante procesos electorales de variada amplitud nacional o subnacional. Sobre todo la formación de asambleas políticas -parlamentos en Europa, congresos en América- depositarias de facultades legislativas, presupuestarias, de control o de gestión, en cuyo seno se organizaron grupos parlamentarios o legislativos desde fines del siglo XVIII, generó una doble hipótesis: o los grupos legislativos son el antecedente más genuino de los partidos políticos; o, a la inversa, el partido político es de existencia previa y externa a las asambleas deliberativas y, por tanto, dadas sus tareas de unificación de intereses grupales, son el antecedente directo de los grupos parlamentarios (Panebianco).

En todo caso, desde Bentham a principios del siglo XIX, hasta Duverger a mediados del siglo XX, nadie discute ya que entre el partido político y el grupo parlamentario existe una relación fiduciaria de identidad, extensión, mando y obediencia, para expresar posiciones políticas de apoyo o confrontación con los gobiernos instituidos (Duarte Rivas). El partido político expresaría, así, y sería, también, una entidad mediatizadora de la voluntad o soberanía popular para lograr, mediante ejercicios electorales periódicos: a) la constitución de asambleas políticas depositarias del poder público de hacer leyes; y, b) la designación de gobernantes, con unidad de mando y capacidades ejecutivas o administrativas. La actual existencia de candidaturas independientes sin partido no altera el paradigma antes esbozado, porque el tipo de requerimientos que se piden a quienes desean contender en comicios nacionales o locales exige, en la práctica, una suerte de actos y procedimientos que se parecen mucho a los de orden organizacional que realizan los partidos políticos (Woldenberg). Dicho de otro modo, no produce la sustitución, contrapeso o extinción de los partidos políticos; antes bien, sitúa a los candidatos independientes en franca desventaja ante cualquier candidato de algún partido político. ¿Qué es entonces un partido político y qué papel juega en la formación de la representación política? Además del enfoque sociológico de Duverger, tanto Von Beyme como Panebianco son coincidentes en conceptualizar a los partidos políticos como verdaderos entes o sujetos públicos de interés general. Ejemplo contemporáneo de esto se encuentra, entre nosotros, en el artículo 41, fracción I, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que textualmente establece: “Los partidos políticos son entidades de interés público… [y]…tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática, fomentar el principio de paridad de género, contribuir a la integración de los órganos de representación política, y como organizaciones ciudadanas, hacer posible su acceso al ejercicio del poder público…” Seguiremos…

Benito Juárez, vida, obra y legado

      El 21 de marzo se conmemora el natalicio de Benito Juárez, cuyo papel en la formación y consolidación del Estado mexicano es innegable...