martes, 21 de marzo de 2023

Benito Juárez, vida, obra y legado

        El 21 de marzo se conmemora el natalicio de Benito Juárez, cuyo papel en la formación y consolidación del Estado mexicano es innegable. La bio-bibliografía sobre su persona y, por supuesto, sobre su condición de personaje, es casi interminable. Hoy mismo están pronunciándose centenas de discursos políticos, o de orden oficial, así como de carácter institucional, conmemorativo, mesas redondas, paneles —como este, en el que nos encontramos— editoriales y notas periodísticas. Con absoluta certeza podemos afirmar que nunca se ha escrito tanto de la vida, obra y legado de una persona, como la de Juárez. En uno de los textos más recientes sobre el periodo que lo tocó vivir a don Benito, Paco Ignacio Taibo II cita más de veinticinco autores de los siglos XIX, XX y del que corre, para escribir un entre texto de narrativa singular en cinco cuartillas. ¿Cómo referirse a Benito Juárez en una exposición individual de 15-20 minutos, o en un panel o mesa por 90 o 100 minutos? ¿Qué método aplicar? ¿Carlyleano? ¿Histórico-sociológico? ¿Politológico? ¿Bibliográfico? Tal vez todo esfuerzo por compactar líneas en torno a la figura de Juárez requiera de un poco de todo.
        Antecedido por un tortuoso y largo proceso de gestación iniciado en 1808-10, como lo apunta Reyes Heroles en su estudio sobre el liberalismo mexicano, el papel de Juárez fue central y decisivo para producir el alumbramiento de un Estado nacional, que tomó consciencia de sí mismo en sentido colectivo existencial y también conciencia ético reflexiva de su propia naturaleza política. A diferencia de los primeros liberales mexicanos, que vivieron la revolución de independencia y la instauración del constitucionalismo en una nación extensa, poco poblada y con enormes asimetrías sociales; don Benito perteneció a la segunda generación de liberales para quienes el pasado novohispano y el proceso independentista eran historia, en tanto que los ideales de las revoluciones americana y, sobre todo, de la francesa, conformaban una herencia cultural y política en pro de los derechos constitucionales de igualdad, libertad y respeto a la vida y a la propiedad de todas las personas.
        En cambio, la generación de pensadores liberales a los que Juárez perteneció vivió dolorosamente la separación de Texas en 1835-36, así como la invasión americana de 1846-48, más la pérdida de la mitad del territorio de la Nación colindante con EUA. Las armas de Juárez fueron el ideario de la Revolución de Ayutla, el liberalismo de la Constitución de 1857, las Leyes de Reforma, y la contemporaneidad de una notable camada de pensadores, escritores y militares, a los que, no sin afinidades y no sin diferencias, lideró en el tiempo que ejerció la presidencia entre 1858 y 1872.
        No hay duda de que por encima de los avatares vividos, todos ellos tenían muy clara la convicción de que las circunstancias extraordinarias eran una prueba histórica que debían afrontar de manera ideológica y armada. Esas circunstancias fueron la Guerra de Reforma (1858-1861) y la intervención imperial francesa (1862-1867). Los correligionarios de Juárez fueron Ignacio Ramírez, Santos Degollado, Ignacio Manuel Altamirano, Vallarta, De la Fuente, Iglesias, Zamacona y, por supuesto, Guillermo Prieto, Miguel y Sebastián Lerdo de Tejada, y Melchor Ocampo. Don Antonio Caso decía de ellos, que: “Parecían gigantes”. Krauze los llama “hombres soberbiamente independientes”, y añade que Juárez infundió a la silla presidencial la “sacralidad de una monarquía indígena con formas legales, constitucionales y republicanas”.
        Nació en 1806 y ningún otro héroe, prócer o personaje de la historia nacional tiene esa semblanza admirable y sorprendente que proviene de su condición étnica, orfandad, marginalidad familiar, esfuerzo personal, educación, carácter y circunstancia histórica, coronando una biografía que ha sido gloriada desde el mismo día de su muerte, la noche del 18 de julio de 1872, hasta nuestros días.
    Zapoteco, pastor de ovejas, estudiante de jurisprudencia, abogado litigante, regidor, diputado local, diputado federal, servidor público, Fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca, cogobernante de su Estado (en el triunvirato interino de 1846), gobernador, ministro, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, preso político y Presidente de la República. Tremenda biografía. 
      Sería en su último discurso como Gobernador del Estado de Oaxaca, en 1852, en la apertura del primer período de sesiones ordinarias de la X Legislatura del Estado, que sentenciaría: “Bajo el sistema federativo los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad; no pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes; no pueden improvisar fortunas ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, resignándose a vivir en la honrosa medianía que proporciona la retribución que la ley haya señalado”; oración, esta última, que reiteradamente es invocada en alusión a lo que consideraba la responsabilidad en el trabajo público. 
        Juárez vivió sus ideas a cabalidad: liberal, laico, estoico en su convicción por la ley, serio en el ejercicio del poder y adusto en su persona. Buscó y asumió la presidencia de la república por la vía constitucional y la muerte impidió verificar las posibilidades reales de continuidad de su mandato, como algunos han especulado fundándose en deducciones de difícil confirmación. Fuentes Aguirre afirma que el mayor acierto de ese “hombre indomable” fue mantener la Presidencia durante la invasión francesa, y resguardar los documentos históricos fundentes del Estado mexicano. De Benito Juárez puede decirse la más humana valoración que de todo hombre y toda mujer de esfuerzos y convicciones probadas en el curso de sus vidas podría expresarse: a las personas hay que valorarlas, apreciarlas y medirlas por el saldo positivo de vida que resulta de la suma e importancia de sus aciertos. Nunca se equivoca, el que nunca hace nada, y Juárez hizo mucho, frente a cualquier desacierto que quisiera imputársele. 
        Sea en las versiones de los políticos, historiadores y periodistas de su tiempo, o en las de nuestros contemporáneos; unos y otros reconocen, con pasión o sin ella, el legado político y la obra jurídica de Benito Juárez, así como su indiscutible lugar en la historia nacional. En buena lid, tomo prestada de la prosa de don Andrés Henestrosa, la expresión que dedicara a otro prócer de la patria, indudablemente oportuna, para decir que si en Benito Juárez “…vale más el hombre que el nombre… [también]… el nombre vale tanto como el hombre y a ratos más vale el nombre… [porque]… más dura el nombre que el hombre”. 


domingo, 12 de marzo de 2023

Mujer

        Los macrodatos demográficos de la ONU indican que, a fines del año 2022, la población mundial cruzó la barrera de los 8 mil millones de personas, de las cuales se ha estimado que 50.5% son hombres y 49.5% mujeres. En ausencia de datos antiguos precisos, esta proporción nunca ha sido difícil de hipotetizar para extenderla hacia el pasado más remoto. ¿Por qué frente a este hecho biológico-demográfico evidente, la “Mujer” permaneció invisible en amplísimos periodos? A mediados del siglo pasado (1948-49) Simone de Beauvoir escribía en “El segundo sexo”, obra estimada fundacional para el feminismo de nuestro tiempo, lo siguiente: “Todo el mundo está de acuerdo en reconocer que en la especie humana hay hembras; constituyen hoy, como antaño, la mitad, aproximadamente de la población…Si su función de hembra no basta para definir a la mujer… tendremos que plantearnos la pregunta: ¿Qué es una mujer?...A un hombre no se le ocurriría la idea de escribir un libro sobre la singular situación que ocupan los varones en la Humanidad…para él, ella es sexo… La mujer se determina y se diferencia con relación al hombre, y no éste con relación a ella; la mujer es lo inesencial frente a lo esencial. Él es el sujeto, él es lo absoluto, ella es lo Otro…[pero]…de buen o mal grado, individuos y grupos se ven obligados a reconocer la reciprocidad de sus relaciones. ¿Cómo es posible, entonces, que esta reciprocidad no se haya planteado entre los sexos, que uno de los términos se haya afirmado como el único esencial, negando toda relatividad con respecto a su correlativo, definiendo a éste como alteridad pura? ¿Por qué no ponen en discusión las mujeres la soberanía masculina? ... ¿De dónde le viene a la mujer esta sumisión?”. En su muy reciente “El ABC del género”, Mariana Gabarrot dice de Beauvoir: “En este texto señala que no se nace mujer, se llega a serlo, poniendo el acento en la construcción social de la feminidad y la masculinidad. Desde entonces, podríamos decir que se entiende el sexo como una serie de características biológicas, y el género como las derivaciones sociales de las mismas…Por lo tanto, no podemos hablar de feminismo sin género, y viceversa”. 
        El feminismo es un movimiento social que se ha expresado en diversas “olas”; y quienes lo sostienen hablan de cuatro caracterizadas como épocas. Al respecto, dice Marta Lamas, en “Dolor y Política”, que, con criterios y diferencias sobre temporalidad, expresión de pensamiento, pasiones narrativas y afectividades, habría que entender la Cuarta Ola feminista “por su definición como un nuevo impulso de movilización que tiene cuatro elementos distintivos: un interés mayor en la lucha contra la violencia sexual, el manejo del internet, el sentido del humor y la perspectiva interseccional”. Sin duda, el feminismo tiene acentos diversos, según latitudes y espacios culturales disímbolos, y, en consecuencia, admite distintas orientaciones teóricas y praxis específicas, aunque no con extremismos que impidan un proceso identitario que hace coincidencia en la exigencia de reciprocidad. ¿Por qué no se podía o no se quería visibilizar la condición femenina? Pues porque no era suficiente hurgar únicamente en las diferencias biológicas, sino explorar las condicionantes de carácter social. Por ello, la realidad del feminismo que hoy parecería ser una verdad de perogrullo, se encontraba, en tiempos pasados no tan lejanos, en un sorprendente grado de invisibilidad. A riesgo de que una visión corta me haga una jugarreta indeseada, propia de mi condición o adscripción socialmente masculina, me gustaría decirle en estas líneas a las mujeres con las que comparto una sincera relación filial, fraterna o amorosa, que respeto su esfuerzo y compromiso en pro de la dignidad para superar falacias discriminatorias sobre sexo o género provenientes de otro u otros “gremios”, lo cual merece y necesita manifestarse todos los días como conmemoración o rememoración presente de hechos históricamente trágicos para las mujeres, y de sus icónicos triunfos conquistados literalmente a “sangre y fuego” e incorporados en la conciencia social de todo tiempo y lugar; haciendo que la realidad de hoy no pueda entenderse sin el vigor de la manifestación y la movilización en pro de la asunción de auténticos estándares justos de visibilidad sobre la condición femenina y su demanda de reciprocidad. Sin duda.

Benito Juárez, vida, obra y legado

      El 21 de marzo se conmemora el natalicio de Benito Juárez, cuyo papel en la formación y consolidación del Estado mexicano es innegable...