viernes, 11 de octubre de 2024

12 de octubre de 1492

    La historia real, a menudo, es más fascinante que la ficción. Colón no sabía que encontraría tierras “americanas” navegando hacia occidente. No hay duda de que era un marino experimentado y tenaz, familiarizado con los escritos de Marco Polo y Ptolomeo, o de tipo geográfico como los de Piccolomini (1477), Alliaco (1480-83) y Toscanelli. Éste último ya había hipotetizado la posibilidad de llegar a las Indias atravesando el Atlántico (1474) e, inclusive, había hecho cálculos preliminares. Colón tenía la curiosidad de su profesión, pero era un hombre culturalmente medieval. Avanzado y atrasado a la vez, perseguía la ciudad o región de Cipango (Japón), en busca de oro y especias y, al parecer, veía con sentido religioso o mesiánico su destino.
    Zarpó el jueves 2 de agosto, del puerto de Palos, y en su famoso “Diario” anotó: “Partimos viernes 3 días de agosto de 1492 años, de la barra de Saltes, a las ocho horas”. De la desconfianza de su gente en la misión, da cuenta el intento de motín de 6-7 de octubre, pues no se divisaba tierra conforme a los cálculos de Colón, poco más de dos meses después de haber empezado. Hay quien apunta que tuvo que compartir su idea de nuevas tierras y riquezas, para evitar el fracaso.
    El jueves 11 de octubre escribe: “Los de la carabela Niña también vieron otras señales de tierra y un palillo cargado de escaramojos. Con estas señales respiraron y alegráronse todos.” Por fin, el viernes 12 de octubre llegaron a una isleta llamada Guanahaní (San Salvador), iguana en la lengua de los habitantes americanos isleños con quienes hicieron el primer contacto de registro histórico verídico: “…me pareció que era gente muy pobre de todo…andan todos desnudos … todos mancebos…muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras…y son de la color de los canarios, ni negros ni blancos…no traen armas ni las conocen … son de buena estatura de grandeza y buenos gestos.
    Colón hizo cuatro viajes. Tuvo suerte, dicen no pocos, porque los primeros “indios” americanos (y no los “indios” asiáticos que buscaba) eran pacíficos. Después del 12 de octubre, no cesa de descubrir islas y dar nombres en lo que hoy conocemos como Las Bahamas: el 30 llega a Juana (Cuba), el 6 de diciembre llega a la Española (Haití). Tres viajes más le esperaban. Su regreso a Palos, el 15 de marzo de 1493, trajo una noticia portentosa, sin paralelos ni antecedentes, de efectos impensables: ¿Sabía Colón qué o quiénes eran los lugares y la gente que había descubierto y contactado? No. Sus conocimientos no eran suficientes.
    Afirma Edmundo O´Gorman en “La invención de América” (2006), que “descubrir” no es lo mismo que “inventar” o “concebir”: América no es un objeto “descubierto” o que se “deja” descubrir por intervención de la Providencia o de la Historia, mediante personas a quienes simplemente les “toca” el papel de descubridores al margen de que sepan lo que hacen. América -dice don Edmundo- es una invención del pensamiento occidental, que ingresa como realidad histórica desde que la errada idea colombina de haber descubierto las indias orientales de Asia se torna, más adelante y por la labor de otras personas, en el reconocimiento de que se está ante un nuevo e impensado continente.
    Para llegar a esta afirmación, O´Gorman revisa el nacimiento de la hipótesis que atribuye el descubrimiento de América a Colón, a través de las versiones de los historiadores más cercanos a la fecha del 12 de octubre de 1492: Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (Sumario de la Natural Historia de las Indias, 1526), Bartolomé de Las Casas (Historia de las Indias, 1527-1560), Francisco López de Gómara (Historia General de las Indias, 1552-1553), Antonio de Herrera y Tordesillas (Historia General de los hechos castellanos en las islas y Tierra Firme del Mar Océano, 1601); también toma perspectiva con la lectura de William Robertson (The History of America, 1777), Martín Fernández de Navarrete (Colección de los viajes descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV, con varios documentos inéditos concernientes a la historia de la marina castellana de los establecimientos españoles en Indias, 1825-1837), Washington Irving (Life and Voyages of Columbus, 1828), Alexander Von Humboldt (Cosmos: essai d´une description physique du monde, 1866-1867).
    Colón llegó a las islas del continente americano, pero no sabe ni las concibe como parte de un nuevo continente; empero, su gesta se encadena con sucesos posteriores con los que se arribó a la realidad histórica de la concepción de “América” como “nuevo mundo”. Colón no sabe que llegó a América; no obstante, a partir de sus viajes se construye la idea de “América”, con base en la acción exploratoria y el pensamiento lógico de quienes le siguieron.
    O’Gorman recurre a una anécdota para hacer entendible estas afirmaciones: al concluir una conferencia donde expuso sus ideas, un asistente le cuestionó que, entonces, “no es posible que un hombre descubra por accidente un pedazo de oro”; a lo que contestó: “La respuesta se la dejo a usted mismo; pero antes reflexione un poco y advertirá que si este hombre no tiene una idea previa de ese metal que llamamos oro para poder, así, concederle al trozo de materia que encuentra accidentalmente el sentido que tiene esa idea, es absolutamente imposible que haga el descubrimiento que usted le atribuye. Y ése, añadí, es precisamente el caso de Colón”. Tesis ilustrativa, sin duda.

miércoles, 2 de octubre de 2024

2 de octubre, no se olvida

    Terriblemente cruel, por la irracional y despiadada pérdida de la vida de los estudiantes victimados; sombríamente simbólico, por la exigencia de libertades mínimas de expresión y disenso que fueron acalladas con una violencia desmedida; e icónicamente vigente, por la fuerte carga histórico-social y política, sobre las causas, condiciones y consecuencias para el México contemporáneo. Así es el recuerdo de muerte de lo ocurrido el 2 de octubre de 1968.
    Sabemos que el movimiento de entonces no fue exclusivo de nuestros universitarios. Recibimos ecos de otras latitudes, susceptibles de ser explicados en alguna medida; pero también tuvimos nuestra propia voz colectiva interior, expresiva de genuinos motivos y causas profundas, absolutamente relacionadas con un entorno gubernamental autoritario y políticamente cerrado, omnipresente hasta la asfixia de la protesta, el disenso, el movimiento y el conflicto, totalmente válidos.
    El testimonio dramático, la crónica viva, la historia oral de Elena Poniatowska y las imágenes siguen siendo brutalmente escalofriantes. Su libro cierra así: “Sobrevolaban la iglesia dos helicópteros. Vi que en el cielo bajaban unas luces verdes. Automáticamente escuché un ruido clásico de balazos…La balacera se hizo nutrida y automáticamente apareció el ejército (Rodolfo Martínez, fotógrafo de prensa, ‘Cómo vieron la refriega los fotógrafos’, La Prensa, 3 de octubre de 1968)” … “Son cuerpos señor…(Un soldado al periodista José Antonio del Campo, de El Día)”.
    Ya en este siglo, en 2003, Lorenzo Meyer escribió: “Hay, pese a todo, un contexto real para algunas de las razones de las protestas de los estudiantes, cuyos esfuerzos son un signo más que advierte que ya quedaron en el pasado los mejores tiempos del tan pregonado progreso y del genio mexicano para mantener la estabilidad”. El párrafo anterior no está tomado de un crítico del sistema político mexicano sino de un informe especial y secreto, fechado el 17 de enero de 1969, elaborado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos. Su título: Desafíos al partido único de México…La CIA no se equivocaba, y alcanzó a ver lo que una buena parte de las clases gobernantes mexicanas se negaron a aceptar entonces y durante un buen tiempo después: que una etapa del proceso histórico del país había concluido y otra acababa de iniciarse”.
    Fue un año convulso en el exterior. Dice Alonso Ruvalcaba: “el horno llamado 1968 no estaba para el bollo llamado masacre de My Lai” en referencia a la guerra de Vietnam, respecto del enfrentamiento entre el sur y el norte y la brutal actuación de los “soldados gringos” que descendieron ahí a “las 7 de la mañana, sábado de 16 de marzo, año 1968”. También, Ruvalcaba: “es 4 de abril de 1968 y el reverendo Martin Luther King Jr. … está ahí tirado como una cosa, hecho una jerga de carne, muerto”. Arturo Aguilar recuerda el mayo francés y su impacto sobre el cine, en Cannes: “…tras los eventos trágicos de la noche del 10 de mayo, los estudiantes franceses en protesta llegaron al festival…Jean-Luc Godard, Francois Truffaut y Louis Malle…exigieron que se parara el evento: los detenidos durante la manifestación debían ser apoyados”. Y otras más: el Manifiesto Scum; hippies; psicodelia; trasplante de corazón; la Primavera de Praga; la Teología de la Liberación; el Black Power en las olimpiadas; el golpe de estado en Perú y la dictadura en Brasil; crisis del dólar; el exterminio en Nigeria…
    En México, desde el 22 de julio del 68, con el pretexto de reprimir una riña estudiantil entre escuelas, se tiene el registro cierto del ataque de policías granaderos a maestros y estudiantes de las vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional; el 26 de julio, las agresiones violentas a estudiantes del IPN y también de la Preparatoria 2 de la Universidad Nacional Autónoma de México; la formación del Consejo Nacional de Huelga y la declaratoria de huelga indefinida; el bazucazo que despedazó la puerta de la Escuela Nacional Preparatoria 1, en el antiguo Colegio de San Ildefonso; la manifestación del 1 de agosto y marcha de los universitarios encabezados por el propio Rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, en pro de los estudiantes presos y en defensa de la autonomía constitucional universitaria; la renuncia del Rector del 23 de septiembre; y la formulación de un pliego petitorio auténtico, que asombraba por la sencillez del motivo básico y fundamental de unirse en manifestación pública para expresar “la simple lucha por el mínimo de libertades democráticas”.
    Lo exterior y lo interior –sobre todo esto último– provocaron la respuesta cobarde, bestial y desalmada de las autoridades de ese tiempo, con la macabra matanza de los jóvenes estudiantes reunidos desde las 6 de la tarde de ese 2 de octubre, en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, en la Ciudad de México.
    Desde ese día atroz y funesto, las mujeres y hombres muertos siguen clamando, con su dolorosa reminiscencia histórica, por una justicia que el gobierno de la época volvió quimérica, atrapada intencionadamente entre detenciones, desapariciones y torturas ilícitas, y confusos andamiajes legales y complicidades inhumanas.
    Heredamos de esa tragedia las pruebas destruidas y los delitos sin castigo de los responsables. Pero la memoria colectiva nunca muere. No, imposible olvidar: 2 de octubre no se olvida.

Cultura e Identidad Nacional: Nuevo art. 2° de la Constitución Federal

       La nueva redacción del artículo 2° de la Constitución Federal, publicada el pasado 30 de septiembre en el Diario Oficial de la Federa...