Además
de Wolf -citado en nuestra entrega anterior- don Luis González y González dice,
en su “Viaje por la historia de México”
(2009), que: “En el mundo se conocen sólo
seis lugares donde se originó la civilización. En Egipto, Mesopotamia, China e
India, las ciudades crecieron a la orilla de los grandes ríos; en Mesoamérica y
los Andes se fundaron en las regiones montañosas. Mesoamérica se extendía desde
Sinaloa y Zacatecas, en México, hasta Centroamérica. Es un área compleja y
montañosa en la que se dan todos los climas y paisajes, de modo que la variedad
de recursos es enorme…[y]…dieron sustento a una gran cantidad de personas…el
contacto entre las diversas culturas facilitó la difusión de las ideas y los
descubrimientos…todos los pueblos de Mesoamérica compartieron creencias y
costumbres parecidas acerca de la religión, la política y la organización de la
sociedad”.
También
en este tenor, en la “Nueva historia
mínima de México” (2004), Pablo Escalante Gonzalbo apunta: “si trazamos en el mapa una línea de oeste a
este que una algunos sitios arqueológicos como Huatabampo en Sonora, El Zape en
Durango, Chalchihuites en Zacatecas, Villa de Reyes en San Luis Potosí y San
Antonio Nogalar en Tamaulipas, obtenemos una curva, alta en sus extremos y
descendente en la región de los bolsones: representa la frontera septentrional
de Mesoamérica en el momento de su mayor expansión, hacia el año 900 d. C. La formación
de esa frontera, así como la construcción de la civilización mesoamericana
misma, fue el resultado de un largo proceso histórico que empieza con la
domesticación del maíz y otras plantas, e incluye el desarrollo de técnicas
agrícolas intensivas, la división de la sociedad en clases, el despliegue de
redes de intercambio de ciento de kilómetros y la invención de complejos
dispositivos ceremoniales”.
Consecuentemente,
Mesoamérica es un concepto complejo que abarca una concreta acción social, en
un espacio-tiempo definido, con el que se intenta asir y definir la presencia de
formaciones y grupos humanos que accionan e interaccionan en un territorio y en
una cronología propia, otorgando un original sentido demográfico, económico, étnico
y cultural a las manifestaciones y hechos que se configuraron en un decurso
histórico auténtico, característico y singular en el largo tiempo, a tono con
un amplísimo pasado proveniente del milenario poblamiento del continente, que
después admitió la diversidad que portaron sus culturas más representativas, en
los horizontes y épocas de su florecimiento-decaimiento.Consecuentemente,
la frontera norte de Mesoamérica fue, realmente, una frontera agrícola que
diferenció, en el pasado prehispánico, la división entre una civilización de
pueblos sedentarios de la zona meridional de nuestro país, conforme a los
límites que nos informan los historiadores en cita, distintos de los lugares y
conglomerados humanos que existieron hacia el norte, de vida agrícola más
inestable, dependientes todavía de la caza y la recolección. Pues bien, fue en
el suelo mesoamericano de nuestro actual país donde tuvieron lugar los sucesos
de alborada de la civilización indígena originaria, y el desarrollo de una
profunda y rica diversidad regional. Veracruz fue la puerta y el puerto por
donde inició todo: el descubrimiento y el contacto; el choque y la nueva
dominación; el sincretismo y el mestizaje. Seguiremos.
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