Dice
Watsuji en la Antropología del Paisaje
(2006), que la interacción del hombre con climas y territorios produce un paisaje física y culturalmente
determinado. Por ejemplo, las sociedades agrarias viven,
ineludiblemente, la necesidad de adaptarse al clima y a la fertilidad del
suelo, que resultan factores determinantes en los procesos de acomodamiento y
distribución espacial de los seres humanos y de sus actividades, motivando la
formación de estructuras y patrones de organización colectiva que, por su
propia dinámica, gestan avances artesanales o tecnológicos, mayor división del
trabajo y creciente demografía. De este modo, la acción humana reconduce la
naturaleza de las relaciones personales hacia formaciones sociales
características de sociedades crecientemente variadas en el largo tiempo,
recreando el paisaje previo en uno de
mayor complejidad, que se refleja en instituciones políticas y sociales de
nuevo cuño. El ser individual y el ser social son interdependientes del clima y
el ambiente en que se desenvuelven y forman, así, un paisaje específico.
El
Veracruz prehispánico, el Veracruz colonial, el Veracruz posterior y el de
nuestros días -y también el que venga en el futuro- el Veracruz mesoamericano,
en suma, es y representa un paisaje
singular, propio y muy nuestro. En este sentido, Carmen Blázquez, en su Breve historia de Veracruz (2000), nos
dice que: “Tanto su geografía como su
historia han dado un carácter especial y propio a Veracruz y a los
veracruzanos. Una faja de tierra larga y angosta de contornos irregulares,
bordeada por montañas y mar, expresa y explica la riqueza de su diversidad:
grandes sierras, elevados volcanes, barrancas profundas, cerros que se levantan
airosos sobre pequeñas planicies elevadas, cañadas por donde corren los ríos,
estrechos valles y extensas llanuras, regiones sembradas de lagunas y el borde
casi uniforme del litoral con las aguas azuladas del Golfo de México. Variedad
y contraste en relieve, vegetación y clima, y también en lo referente a
habitantes, desarrollo, cultura, pensamiento y trabajo…este paisaje natural diverso
se relaciona con tiempos remotos, con el pasado ancestral cuyo brazo toca
nuestro presente para hacernos comprender lo que fuimos y lo que somos: puerta
de entrada para la colonización española, sitio del primer ayuntamiento
novohispano, camino y paso obligado de viajeros e ideas que van, en ida y
vuelta, de la costa al centro de México…”
Nos
preguntábamos en la entrega anterior sobre qué pueblos vivieron en el actual
suelo veracruzano y por quiénes fueron sustituidos sucesivamente. Éstas son
preguntas de Historia, pero también de Antropología y Etnología por lo menos,
porque la opinión de la Arqueología subyace y está presente siempre. Las
respuestas han sido diversas, con tonos de consenso por un lado y de diferencia
por otro; empero, orientadas por el propósito de desentrañar nuestra identidad
originaria, la del mestizaje y la de las formas de expresión de ambas calidades,
en el contexto de lo que hoy conocemos como nuestra vida nacional. No hay resultados
o conclusiones definitivas, porque todo es prematuro y siempre está en
construcción en el horizonte de las historias regionales, sin que haya verdades
contundentes, aunque ya hace algún rato que hemos logrado construir nombres e
identidades: olmecas, huastecos, totonacas, popolocas, toltecas, chichimecas,
nonoalcas…Seguiremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario