En una
obra clásica, a manera de enciclopedia sobre la Historia de Veracruz (reimpresión de 1992, de la obra original de
los años 1947-50), que integra los aportes de dos de los historiadores más
reconocidos de nuestro Estado, Manuel B. Trens y José Luis Melgarejo Vivanco,
se puede leer en el capítulo I, tomo I, en referencia a las culturas más
antiguas y sus asentamientos que: “El
estado actual de las investigaciones no permite un ensayo histórico del periodo
arcaico suficiente para explicar su aparición asombrosa con uso del maíz,
telares, adorno y característicos adelantos en la organización económica,
social y política”; cuestión que no impide reconocer parentescos
lingüísticos, o el periodo de mayor intensidad de las culturas arcaicas en los
siglos I a III d. C. u otros periodos posteriores asociados a culturas
autóctonas específicas, o las intensas expansiones de los pueblos del golfo, o
la relación con otros pueblos mesoamericanos por intercambios o migraciones
diversas, hasta llegar al punto tempo-geográfico en que: “El sorprendente fenómeno de la Conquista Española derrumbó con
extraordinaria rapidez la estructura económico-social de los indígenas,
triturando culturas y pueblos”.
En
general, se sabe que en el espacio que ahora ocupa Veracruz, los creadores de
las culturas del Golfo fueron tres grupos prehispánicos: olmecas, totonacas y
huastecos. El primero de ellos fue el más antiguo y de mayor influencia
cultural. Su zona de influencia abarcaba desde el Papaloapan, Veracruz, hasta
Tabasco, y fue una cultura costera de tierra caliente. De los totonacas solo
hay hipótesis sobre su identidad y orígenes, aunque no existe duda que fue
multiétnica, en un espacio que iba desde el río Cazones hasta el río
Papaloapan. Por su parte, la cultura huasteca se asentó en un amplio territorio
desde el río Cazones hasta el sur del actual Tamaulipas, y sus principios
también son inciertos. Veracruz es parte de Mesoamérica y, dentro de su
singularidad, las culturas arcaicas compartieron rasgos comunes de conocimiento
agrícola, caza o pesca; alimentos y bebidas; astronomía y calendario; los sistemas
de dominio y tributo; comercio y medicina; e, incluso, música, danza y
literatura. Indudablemente, un lugar de visita pública y acercamiento a las
consideraciones hasta ahora expresadas en forma muy general, lo es el Museo de
Antropología de la ciudad de Xalapa, Veracruz, para revisar la evolución de las
culturas y civilizaciones de esta parte de nuestro país, con un enorme acervo
de notable relevancia arqueológica, antropológica, etnológica e histórica,
porque conserva y preserva vestigios y evidencia de carácter universal.
Por
otra parte, con actualidad, Enrique Florescano, en “Los orígenes del poder en Mesoamérica” (2009) ha llamado la
atención sobre los cimientos de la organización política en la América media,
apuntando que se pueden reducir “a cuatro
pilares: el grupo étnico, el altépetl, la fundación del reino y el proceso
centralizador del Estado [y que] su
interiorización en el imaginario colectivo tomó la forma de mediaciones
religiosas e ideológicas cristalizadas en ritos, mitos, símbolos, imágenes y
relatos históricos”. La eclosión de todos estos factores geográficos,
culturales y de horizontes, así como su diversidad-homogeneidad, dieron lugar a
un proceso de afirmación del Estado, predominante a lo largo de ese tiempo “hasta su brusco apagamiento en las trágicas
jornadas de 1521 en Tenochtitlán”. Seguiremos.
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